Experta en Estrategia y autora de varios libros sobre Malvinas.
Primer mito: Gran Bretaña no negocia bilateralmente con la Argentina porque los deseos de los isleños son supremos.
La cuestión Malvinas está definida en Naciones Unidas como una disputa por la soberanía de tres grupos de islas que forman una sola unidad: las Malvinas, las Georgias y las Sandwich del Sur. Esto fue siempre entendido así por ambas partes y es aún sostenido como tal en la Argentina y en la ONU. Sin embargo, en 1985, unilateralmente, Gran Bretaña dividió el grupo en dos territorios diferentes: las Malvinas, por una parte, y las Georgias y Sandwich del Sur, por la otra. Londres podrá negarse a negociar bilateralmente con la Argentina las Malvinas -indicando la supremacía de la voluntad isleña-, pero no puede aplicar la misma excusa en las Georgias y Sandwich del Sur. Con lo cual, Gran Bretaña no puede escudarse en la voluntad de los isleños para no negociar bilateralmente la soberanía sobre las Georgias y Sandwich del Sur, que es claramente una disputa entre dos países, sin población local de por medio.
Segundo mito: Los isleños tienen derecho a la autodeterminación ya que son una población asentada en Malvinas hace un siglo y fueron víctimas de una ocupación militar en 1982. Ellos tienen el derecho de gobernarse a sí mismos y de crear un Estado asociado a Gran Bretaña, que lo protege de común acuerdo.
Los isleños nacidos en las islas Malvinas son una minoría de la población local hoy. Antes del 82, estos isleños no tenían ciudadanía británica. Eso se les concedió en 1983. En 1985 se les otorgó autonomía con la creación del Falkland Islands Government (FIG), regido por un consejo de isleños de ocho personas, incluyendo al gobernador, que actúa de vínculo con Londres. Al contar los isleños con la ciudadanía inglesa, automáticamente accedieron a la Unión Europea. Su juventud partió y está viviendo fuera de las islas, por lo que las islas se despoblaron en la década del ochenta. Preocupada por el desplazamiento de la población fuera de la zona, Gran Bretaña trajo gran cantidad de inmigrantes desde 1992, la mayoría nativos ingleses, europeos y de otras posesiones y territorios de ultramar y de la Commonwealth.
Al año 2010, la población original se convirtió en minoría, por lo que los isleños nativos, si quisieran o desearan negociar con la Argentina, no constituirían la mayoría necesaria para poder hacerlo. El Falkland Islands Government como consejo está constituido hoy por tres isleños nacidos en Malvinas y cinco ingleses venidos de afuera.
Todos los nuevos pobladores -que son actual mayoría- han venido por motivos de trabajo o para comprar propiedades y hacer negocios en las islas. Esta gente nunca querrá negociar con la Argentina porque es una población rotacional: mientras tengan trabajo, allí vivirán, luego otros vendrán y ellos se irán. Es esta mayoría la que compone y decide el consejo del Gobierno local. Las islas no están más pobladas por isleños, sino por europeos que, además, rotan. Con lo cual no existe más el condicionante de considerar los intereses de los isleños -ya que éstos son europeos-, ni sus deseos -ya que son una población transitoria-, ni su modo de vida -ya que ésta es artificial y está dictada por la dinámica de servir a las necesidades de una base militar permanente.
Tercer mito: La presencia militar británica en Malvinas es para defender al Gobierno de las islas Malvinas de un ataque argentino.
No existe una sola base militar en las islas, existen dos. Una en las Malvinas y la otra en las Georgias y Sandwich del Sur. Ambas cumplen funciones diferentes, pero complementarias.
La base militar británica en las Malvinas sirve a tres propósitos. El primero y más importante es el de proveer trabajo, apoyo y diversión para la población exógena y endógena de las islas y sirve a los intereses económicos de la antigua compañía monopólica de las islas, la Falkland Island Company -cuyos fondos y dueños son europeos que viven en Europa-. Esta compañía se diversificó en varias empresas de servicios para proveer transporte, turismo, vivienda y alquiler de vehículos en las islas (al servicio del personal militar rotativo) y para explorar y explotar hidrocarburos así como continuar el antiguo negocio lanar del lugar. La base militar Malvinas duplica el número de habitantes de las islas. En esta situación -grosso modo-, la mitad de la gente que vive en las islas está compuesta por militares, tres de cuatro viven del negocio de la base militar y uno de cuatro vive del negocio diversificado de las compañías europeas monopólicas.
Solamente una de cada cuatro personas que están en las islas hoy es nat iva de las islas. Los nuevos habitantes de éstas han venido atraídos por la base militar en sí misma.
El segundo propósito es el de contrarrestar cualquier intento de recorte presupuestario a las FF.AA. que el Gobierno inglés desee imponer porque, al ser indispensable la existencia de una base militar para la economía de los isleños, es fácil pelear para no reducir el presupuesto militar.
El tercer propósito es servir como base de apoyo y de proyección geoestratégica tanto de la OTAN como de la Unión Europea con el triple fin de controlar el transporte de materiales estratégicos (como ser hidrocarburos), discriminar a favor de compañías europeas en la exploración y la explotación de recursos no renovables y renovables en la plataforma continental, y condicionar el acceso hacia y desde el Atlántico al Pacífico y desde el Atlántico hacia la Antártida de acuerdo con el nuevo concepto estratégico de la OTAN de 2010 y con la nueva política marítima geoestratégica de la Unión Europea 2009. En esta última función comparte tareas con la base militar Georgias y Sandwich del Sur.
La base militar Georgias y Sandwich del Sur ocupa un nuevo territorio de ultramar europeo. En las islas sólo viven sus militares y los científicos de la British Antarctic Survey. Con sus puertos de aguas profundas y la presencia militar y científica permanente, esta base tiene por objetivo inmediato desarrollar la proyección europea de soberanía en la Antártida y controlar el acceso global al continente blanco negando ese espacio al resto de los países, particularmente los más cercanos de América del Sur.
En 1985, cuando Londres dividió Malvinas de Georgias, otorgó el mismo status a los dos grupos de islas como territorios de ultramar con Gobierno propio y asociados a Gran Bretaña y por lo tanto a la Unión Europea. Asimismo, Londres transfirió el reclamo territorial antártico inglés de Malvinas a Georgias y construyó la segunda base militar para servir a ese propósito.
La militarización de las Georgias y Sandwich, al estar en zona subantártica, rompe el espíritu y la letra del Tratado Antártico. Entendiendo q ello es así, Gran Bretaña declaró el año pasado una zona de exclusión de un millón de millas alrededor de estas islas como reserva natural y ecológica para defensa del medio ambiente y la biodiversidad. Por ende, según dice Londres, la base militar Georgias se dedica a la protección del medio ambiente y no militariza la Antártida. Esta misma estrategia fue aplicada en el año 2010 al territorio británico de ultramar en el océano Índico, efectivamente declarando las islas Chagos como reserva ecológica, lo que le permite mantener las islas despobladas salvo por las bases militares existentes, como la de la isla Diego García, en el corazón de este grupo.
Por todo ello, se puede inferir que la negativa británica de solucionar pacíficamente la disputa por soberanía en la cuestión Malvinas está solamente justificada por su imperiosa necesidad de mantener militarizado el Atlántico Sur.
Cuarto mito: La Argentina debe aceptar a las Malvinas como territorio autónomo y permitir su incorporación al Mercosur, como otros territorios autónomos ingleses han sido incorporados a la comunidad regional caribeña.
Luego de haber creado la nueva política marítima británica en 2005 y haber generado la política marítima de la Unión Europea en 2007, Gran Bretaña declaró una lista de islas como parte integral de la Unión Europea. Esta lista está en el anexo II del Tratado de Lisboa de 2007.
El Anexo II indica cuáles serán los territorios de ultramar que serán considerados europeos y beneficiarios de las políticas económicas de la Unión Europea de acuerdo con el Capítulo IV del Tratado de Lisboa, lo que les da tarifas preferenciales, asistencia al desarrollo y a su manutención, incentivos económicos, propicia el desplazamiento de nacionales europeos a aquéllos y discriminación a favor de compañías europeas que actúan en dichos territorios -compitiendo deslealmente con los países que están más geográficamente próximos a dichos territorios-.
Los países que anexaron territorios fueron Holanda, Dinamarca, Inglaterra y Francia, Sin embargo, sólo cuatro de los territorios del Anexo II están formalmente disputados en cuanto a su soberanía. Tres de éstos son ingleses: las Malvinas (una unidad), las Georgias y Sandwich del Sur (otra unidad), y los territorios británicos del Índico (el archipiélago Chagos). El único otro territorio disputado por terceros es la isla Payotte de Francia en el Índico. En todos ellos, Gran Bretaña colocó bases militares estratégicas al servicio de la OTAN y de la Unión Europea. Además, tanto Francia como Gran Bretaña agregaron como territorios de ultramar las porciones de la Antártida por las que sostienen reclamos de soberanía que están congelados por el Tratado Antártico.
Por ello es imposible que los territorios incluidos en el Anexo II del Tratado de Lisboa, aunque se presenten como Gobiernos locales asociados, puedan insertarse exitosamente en organismos regionales como Mercosur o Unasur ya que no responden al interés, desarrollo o seguridad común de la región donde están ubicados, sino a los intereses, el mantenimiento y la seguridad común de la Unión Europea. Además, el paraguas de protección económica y asistencia al desarrollo que la Unión Europea brinda a sus territorios de ultramar son discriminatorios a la región sudamericana (en el caso de las islas Malvinas) ya que el status económico de estos territorios no está vinculado a la prosperidad de la región donde están ubicados. Fue preferible para Europa tener sus propios territorios insertos en Sudamérica que negociar cooperación económica sustentable con los países del Mercosur.
Si los países del Mercosur objetan, no pueden hacer nada porque esos territorios europeos en aguas sudamericanas están protegidos por bases militares de la Unión Europea que garantizan a las compañías europeas libre exploración, explotación, comercio y transporte de los recursos naturales de la plataforma continental argentina. Por ello Sudamérica no puede aceptar la presencia de los territorios autónomos asociados en Malvinas ya que no son parte de la comunidad sudamericana ni del Mercosur: estas islas son administradas por Europa con sistemas preferenciales para, con y desde Europa.
Quinto mito: Las bases militares inglesas en el Atlántico Sur no amenazan a Sudamérica.
Los territorios de autogobierno asociados a Inglaterra en Sudamérica y en el Índico también actúan como bases militares en la proyección marítima de la Unión Europea como lo indica claramente el documento del directorado de defensa y seguridad de la Unión Europea de febrero de 2009.
Lo mismo pasa con los territorios franceses. Ya que la mayoría de estas bases son de países que también son miembros del Tratado Transatlántico (OTAN), estas mismas bases hacen a la proyección actual de la OTAN a nivel global.
El cambio del concepto estratégico OTAN en 2010 transformó el objetivo de la organización: ya no sirve más a la defensa común, sino a la seguridad común de sus miembros. La seguridad, como concepto, se expandió para incluir amenazas a la seguridad climática, energética y alimentaria de sus miembros. Por eso las cuatro prioridades hoy de la OTAN son: la ciberdefensa, la defensa energética, la seguridad climática y la cooperación (geoestratégica) para hacer frente a las nuevas amenazas a la paz y a la seguridad de sus Estados miembros.
La nueva política de defensa y seguridad de la Unión Europea y las nuevas prioridades de la reformulada OTAN hacen a la búsqueda de respuestas militares a amenazas no militares a la seguridad de los pueblos que incluyen fundamentalmente la competencia por los recursos naturales necesarios para sostener la energía, la alimentación y la economía de Europa. La seguridad climática también indica la necesidad de ocupar espacios europeos cada vez más lejos del área geográfica europea original. Esto también se manifiesta en la OTAN que está -bajo sus nuevos mandatos- extendiendo su accionar geográfico ya no hasta el Ecuador en el Atlántico sino a todos los mares y latitudes del mundo. Por todo ello, la existencia de bases militares de estas características a menos de 400 kilómetros de las costas continentales de América del Sur representa una amenaza a la libertad y a la sustentabilidad económica de la región toda y no sólo de la Argentina.
Sexto mito: La Unión Europea no desea la resolución pacífica de la cuestión Malvinas.
Los países de la Unión Europea son, por lo general, respetuosos del derecho internacional y del rol de las Naciones Unidas en apoyo a la comunidad internacional. Asimismo, Europa inventó conceptos indispensables para el bienestar del hombre como la seguridad humana y la necesidad de prevenir y resolver conflictos de forma pacífica. La Unión Europea es uno de los bastiones de la asistencia y la cooperación para el desarrollo internacional. Es pues imperativo que la Unión Europea actúe en consecuencia y retire del Anexo II del Tratado de Lisboa los tres territorios ingleses sobre los cuales penden reconocidas disputas por la soberanía. Dos de ellos son las Malvinas y las Georgias y Sandwich del Sur. Así como las Naciones Unidas reconocieron que estas islas no podían ser descolonizadas sin negociar primero la solución de la disputa por su soberanía con la Argentina, la Unión Europea debería hacer lo mismo.
Quitando a Malvinas y a las Georgias y Sandwich de esta lista, se vería con mayor claridad quién debe hacer e cargo de la responsabilidad de resolver estas disputas de una buena vez, si Gran Bretaña o Europa. Si negociando directamente con la Argentina, Gran Bretaña obtiene la soberanía absoluta sobre estas islas, puede entonces -y sólo entonces- agregarlas al paraguas económico y defensivo de Europa. En cuanto a Sudamérica, por lo menos los países del Mercosur deben acompañar a la Argentina en su reclamo a Europa de que retire estos territorios del Anexo II. Una presencia política, militar, comercial y territorial europea en el bajo vientre hemisférico -en estas condiciones de disputa- es una amenaza a la libertad, al desarrollo sustentable, a la cooperación regional y a la protección de los recursos renovables y no renovables de América del Sur. Sería ofensivo pensar que, además de no ayudar a resolver el conflicto, una región -Europa- aprovechara la situación para quitarle libertad y opciones a la otra.
Sería triste que países democráticos y pacíficos como son los sudamericanos y los europeos no intenten por todos los medios resolver disputas en forma pacífica.
No es tarde para buscar la paz y la equidad en el Atlántico Sur: el Tratado de Lisboa se reabre a discusión en 2013.