“...El Arte de nuestros enemigos es desmoralizar, entristecer a los pueblos. Los pueblos deprimidos no vencen. Por eso venimos a combatir por el país alegremente. Nada grande se puede hacer con la tristeza..." - Arturo Jauretche
sábado, 22 de mayo de 2010
Argentina real del Bicentenario y el modelo de país
Leemos y compartimos una parte de una excelente nota de Página 12 que resume claramente, en mi opinión, la Argentina real del Bicentenario, marcando un modelo de país muy distinto a aquel del Centenario al que parece que quisieran volver muchos que enfrentan a este gobierno (las negritas son mías):
Macri, con el resto de la oposición, irá al Tedéum en la Catedral de Buenos Aires, mientras la ceremonia religiosa oficial se celebrará en Luján.
Con excepción de los primeros gobiernos de Perón, nunca la Iglesia Católica estuvo tan confrontada con un gobierno nacional. El arzobispo Jorge Bergoglio emprendió de entrada una cruzada casi personal contra los Kirchner. A veces en forma abierta y otras más sinuosa al estilo eclesial, Bergoglio bombardeó proyectos oficiales y sostuvo los opositores, un ámbito donde en la Capital tiene varias relaciones personales, desde el mismo Macri hasta Elisa Carrió, pasando por Gabriela Michetti. Cuando Cristina Kirchner decidió hacer el Tedéum oficial en la catedral de Luján, Bergoglio anunció que también lo celebraría en Buenos Aires y allí se anotaron los principales dirigentes de la oposición con la intención de provocar un hecho político per se. Y en el medio de esas disputas, el vicepresidente opositor, Julio César Cobos, no fue invitado a la cena del 25 de Mayo en la Rosada, pero anunció que estará en la fiesta del macrismo en el Colón.
Esa es la Argentina real. Otra imagen hubiera sido Photoshop.
La oposición no cedió ni un tranco de pollo en pos de la unidad del Bicentenario ni de nada, pero la reclama como si hubiera hecho algo por lograrla.
En un escenario de pasiones menores, el más interesado en esa fotografía de la unidad hubiera sido el Gobierno. A la oposición, en cambio, le interesó menos la unidad que mostrar al Gobierno como intolerante y divisionista. La unidad tiene sentido en función de un proyecto. En el primer Centenario el proyecto no sólo dejaba fuera a los pueblos originarios y a los trabajadores, sino que además trataba de exterminarlos y sobreexplotarlos entre semanas trágicas y campañas del desierto. Esa fue la “unidad”. Esta vez, los pueblos originarios y los trabajadores han participado con su propia voz, con una mirada crítica pero propositiva.
Y los que no coinciden con el proyecto que propone el oficialismo ni siquiera han sido reprimidos.
La negativa del Gobierno a reprimir también ha generado división con esa oposición que al mismo tiempo que le pide que reprima, lo acusa de autoritario.
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