lunes, 1 de junio de 2009

El gran ministro de la Argentina grande: el general Juan Pistarini

Perón, Evita y el gobernador de Buenos Aires Domingo Mercante
en la inauguración del Aeropuerto de Ezeiza el 12 de marzo de 1949

El 29 de mayo de 1956 –justo el Día del Ejército argentino, de puro milico nomás-, durante los crueles años de la llamada “revolución libertadora”, detenido sin motivo, perseguida su familia, sujeto a torturas morales e indignidades espirituales, negada su pensión de militar retirado, inhibidos sus pocos bienes (porque no tenía ni casa propia ni automóvil), privado de asistencia médica, moría el responsable de la obra de infraestructura más importante y trascendente de la historia argentina: el teniente general (del arma de Ingenieros) Juan Pistarini, nacido en 1882 de padres italianos en Victorica, en la provincia de La Pampa.

Sus años como militar destinado en el exterior le significaron una enorme cantidad de experiencia y de conocimientos, y también de condecoraciones, entre las que se cuentan la de comandante de la Legión de Honor de la República francesa, la Orden del Golden Adler, con Hojas de roble y Cruz de hierro del III Reich alemán y la Orden de gran Comendador de san Gregorio Magno del Vaticano. Pero también seguramente discutir y diseñar los planes que desembocarían en la fundación del GOU (Grupo de Oficiales Unificado) y la revolución del 4 de junio de 1943, en una reunión de jóvenes oficiales argentinos en su residencia de la ciudad de Berlín en 1937, y poco después viajar a Roma junto a Sosa Molina y al teniente coronel Juan Domingo Perón.

Después de la revolución de junio, ya como ministro de Agricultura y de Obras Públicas (y luego también Vicepresidente de la nación, ministro del Interior e interino de Marina) tuvo una tarea esencial en la asistencia a los damnificados del gran terremoto de San Juan en el ‘44 y la construcción de la “ciudad emergente” en esa provincia. Impuso por entonces el aparentemente inocente lema: “llueva o no llueva, la familia come siempre”, acompañando en realidad la derogación de la ley que disponía que el obrero cobraba el jornal siempre y cuando el clima le permitiera trabajar.

En un largo período ininterrumpido como ministro desde principios de 1944 hasta 1952 construyó muchísimos kilómetros de rutas (además de las obras necesarias para el “cambio de mano” para circular por la derecha desde el 6 de junio de 1945); varios miles de escuelas y establecimientos educacionales de todo tipo (más que en el resto de historia del país); la mayor parte de los actuales cuarteles del ejército, hoteles de turismo en siete provincias y complejos de turismo social de la envergadura de Chapadmalal y Embalse de Río Tercero, fenomenales espacios de esparcimiento y piletas y balnearios populares como los de la Costanera norte o Ezeiza. Barrios extraordinarios de un estilo perpetuo e inextinguible inspirado en la construcción colonial misionera que admiró durante su viaje a California, que después de sesenta años conservan todavía su encanto, armonía y calidad edilicia y aún se destacan notablemente de otros muy posteriores y recientes (barrio de suboficiales de Campo de Mayo, barrios Saavedra, ciudad Evita, ex17 de octubre, etc.).

Entre estos y otros barrios populares y de monobloques y la acción del Banco Hipotecario, se saldó completamente el déficit nacional de viviendas (650.000 unidades según el censo de entonces). Al mismo tiempo Pistarini desarrolló una flota fluvial de última generación que llegó a ser la primera de Latinoamérica y la cuarta del mundo. Construyó el aeropuerto internacional de Ezeiza que lleva su nombre (plantando en sus alrededores otros dos millones de árboles y concretando la primera autopista del país), entonces el más grande del mundo, que a pesar de los feroces recortes presupuestarios y la desidia de su mantenimiento y actualización, por su ubicación y el diseño de sus pistas no ha sufrido accidentes ni ha cobrado una sola víctima fatal en sus cinco décadas y media de existencia, récord difícilmente superado en otros lados, y que alarma comparado con el del trágico e inseguro Aeroparque metropolitano.

Ya como comandante de la guarnición de Campo de Mayo en 1934 el general había hecho plantar un millón y medio de árboles en sus siete mil hectáreas y a lo largo de su vida más de seis millones en todo el país. Juan Pistarini fue el gran ministro de la Argentina grande.

Agenda de Reflexión

1 comentario:

Ladislao dijo...

Se agradece el bálsamo de esta descripción histórica Maricé, sinceramente ha sido un placer leerla.
Por suerte no le ha hechado el ojo clarinete porque si no la obra de un patriota sería transformada en corrupción y negocios de amigos.
Mis saludos

Soy la mierda oficialista

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